8 de agosto de 2010

EXITOSO SISTEMA DE LUCHA CONTRA EL HAMBRE


Mercosur / Estrategias para producir alimentos

La receta de Brasil para combatir el hambre

Se apoyó en la agricultura familiar con una política de Estado, que comenzó con Fernando Henrique Cardoso y continuó con Lula


La receta de Brasil para combatir el hambre

Lula apoyó la agricultura familiar

La primera medida legislativa que tomó el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva cuando asumió en 2003 fue la del proyecto de ley del Fome Zero (Hambre Cero). Esta impronta puesta al tema del hambre está vinculada principalmente a las promesas electorales y al carácter de su extracción política, pero esconde también un motivo muy profundo, ya que cuatro de los doce hijos que tuvo la madre de Lula murieron de desnutrición antes de que cumplieran cinco años.

Este eje de combatir el hambre a través de esta ley tuvo la particularidad de que fue y es un programa muy abarcativo, que es llevado adelante por seis ministerios y atraviesa las competencias nacionales, estaduales y municipales. Por esta razón esta ley tenía un enclave importante en el Ministerio de Desarrollo Agropecuario y, por lo tanto, en todos los programas referidos al agro.

Cuando asumió el cuerpo técnico del Ministerio de Desenvolvimiento Agrario de Lula basaron sus decisiones en varios estudios sobre la producción de alimentos en Brasil, cuyas conclusiones fueron vitales para el programa Hambre Cero y la política agropecuaria de Lula: el 70% de los alimentos de la canasta básica que consumen los brasileños es producido por la agricultura familiar. Según estos informes el 84% de la mandioca, el 67% de los frijoles y casi la mitad de la leche, el maíz y de las carnes de porcinos y aves provenían de la producción de la agricultura familiar .

Uno de los estudios señalaba que la agricultura familiar estaba compuesta por 1,4 millones de unidades familiares en producción y que garantizaba 1 empleo por cada 8 hectáreas, mientras que la agricultura empresarial ofrece 1 empleo cada 150 hectáreas de siembra.

A partir de estos informes, los analistas del gobierno consignaban que había dos grandes modelos en el agro: por un lado la agricultura familiar y, por el otro, el "modelo centrado en la agricultura del monocultivo empresarial capitalista para la exportación, mal llamada de sector de agronegocios" como la bautizaron sin esquivar el contenido ideológico.

¿Qué decidieron en ese entonces? ¿Retenciones o impuestos a unos para quitar a unos y dar a otros? No. A partir de estos diagnósticos decidieron apoyar firmemente a un programa Pronaf, creado por el anterior presidente, Fernando Henrique Cardoso, y a quien los funcionarios actuales reconocen su autoría. La iniciativa ponía foco en el fortalecimiento de la agricultura familiar. Así, a la "agricultura empresarial capitalista exportadora" se la dejaba funcionar según las reglas de competencia de los mercados internacionales y se apoya a la agricultura familiar, sector más indefenso ante el riesgo (climático, empresario, etcétera) y que debía incrementar la producción de alimentos para la canasta básica y para que no subieran los precios. Ese el espíritu de fondo de las decisiones políticas.

Bien público

Las medidas no fueron tibias a la hora de apoyar a la agricultura familiar. Se definió la asistencia técnica a este sector como "bien público" e invirtieron fuertemente en la capacitación y extensión rural, logrando una ruptura con el sistema tradicional de extensión, tanto por la cantidad de técnicos abocados como por el enfoque de la extensión. Incorporaron el imperativo medioambiental para el desarrollo rural y establecieron una extensión más participativa, de educación y de transformación en contraposición con una extensión "transferencista de persuasión e imposición", como señalan que tenían hasta ese momento. El presupuesto para los programas de extensión lo llevaron de 3 millones de reales en 2003 a 400 millones de reales en 2008. Incorporaron 5000 técnicos a los 17.000 existentes, capacitaron a todos los técnicos con los nuevos enfoques de extensión a través de talleres de 80 horas de duración y especializaciones con una carga horaria de 360 horas (cercano a media maestría).

Para los planes de la agricultura familiar el presupuesto pasó de 5400 millones de reales para la zafra 2003/04 a 13.000 millones para 2008/09. Además se lanzó una línea de crédito (vigente al momento) para los pequeños productores, que cuenta con un crédito de hasta 100.000 reales por productor (200.000 pesos) a diez años, con tres de gracia y el 2% anual de interés.

Con estas medidas se puso a la agricultura familiar en el centro de la agenda política agropecuaria y además se vinculó al "hambre cero" con la agricultura familiar a través de la compra directa de alimentos para los programas sociales (para el caso de los lácteos por ley se debe adquirir el 30% de la leche social a la agricultura familiar).

Brasil, con estas políticas, pudo romper la tendencia casi mundial de "más producción con menos productores y más grandes" y lograr "más producción con productores grandes y chicos". Gracias a eso, mantuvo y logró sostener la participación en el PBI de los pequeños productores, que se sitúa entre el 9/10% del PBI, desde que se creó el Programa de Agricultura Familiar en 1996.

Un viejo veterinario de Rio Grande do Sul confesaba: "A pesar de no ser partidario de Lula, reconozco que se ha logrado un cambio cultural en los pequeños productores; antes todo lo esperaban del Estado; hoy, en su gran mayoría, están en una cultura de la producción y de la dignidad de reconocerse que son los que alimentan al pueblo brasileño".

Finalmente, si bien pueden existir muchos argumentos macroeconómicos y jurídicos por los cuales Lula no utilizó las retenciones como herramienta fiscal y control de los precios internos de los alimentos, hubo uno que fue decisivo a la hora de definir sus políticas agropecuarias: el presidente de Brasil se focalizó en el hambre y la agricultura familiar.

Por Eugenio Scala
Para LA NACION
El autor es director de Inforleite Brasil

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