¡Educación o Dependencia!
Los sabios tucumanos inventaron un biofertilizantes que ahorra el 45% del costo
Un estudio de campo hecho en Tucumán por la Sección Caña de Azúcar de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) muestra que con un biofertilizante de origen cordobés, pero modificado para adaptarlo a este cultivo, se baja el costo de tratar una hectárea de caña de 180 dólares a 110.
El asunto se logra con un mix que combina mitad de urea (el fertilizante habitual de origen petroquímico) y mitad del "biotucumano".
El cóctel de insumos del "biotucumano" es secreto y está patentado, pero el ingeniero agrónomo Jorge Scandaliaris, autor del desarrollo, deja entrever que tiene macronutrientes, como el nitrógeno en su forma más biodisponible para las raíces (nitratos), fósforo, potasio, silicio, calcio y azufre, y micronutrientes, como boro, cobalto, magnesio y hierro. Sin embargo, el componente crítico es una mezcla de microorganismos: bacterias anaeróbicas y aeróbicas, además de hongos y otros seres mesófilos, que garantizan un "suelo activo".
Y las cañas, parece, felices. Si la respuesta máxima de crecimiento con un 100% de urea es del 29%, con una mitad de urea y otra de "biotucumano" la cifra sigue clavada ahí, pero el costo de fertilización por hectárea cae casi a la mitad.
Como consecuencia, la industria azucarera del NOA se dispone a empezar la próxima siembra de caña usando "biotucumano" en por lo menos un 20% del área bajo cultivo, y podría ser el 30% también. Un experimento de campo está volviéndose una tecnología de uso masivo de un año para otro, y sin que haya habido mucha discusión académica. Tampoco a Henry Ford le pidieron publicar en Science sobre su modelo T: simplemente era más barato y se lo compraron. El comienzo del adiós
Preguntas inevitables: y ¿se podrá sustituir aún más urea? ¿u olvidarse de que existe? En realidad, empieza a no existir, porque se lo fabrica a partir de gas y eso es algo que en la Argentina falta desde hace años. Por eso, con su inmensa agroindustria, el país importa urea en cantidades astronómicas: se compran barcos enteros, con 25.000 toneladas de carga, y a costos insostenibles. Durante los últimos 30 años, el costo por tonelada de la urea osciló entre un piso de 160 y un techo de 300 dólares, pero este año se disparó a 900 dólares la tonelada.
En este contexto, la investigación de "la Colombres", la más antigua institución de ciencia aplicada del país (este año cumple un siglo) está mitigando bastantes taquicardias y úlceras en la industria azucarera. Los experimentos con el "biotucumano" muestran que permite bajar un 50% el consumo de urea sin que la caña se entere. Los investigadores van a sustituir urea en cantidades aún mayores, e incluso suprimirla y ver qué pasa. Todo esto se está testeando en experimentos en curso.
El "biotucumano" en realidad nació en Córdoba (el Nutribacter de la firma Cegan) y se pensó para otros cultivos, pero Scandaliaris, probablemente el mayor experto sudamericano en caña de azúcar, lo modificó para especializarlo en caña azucarera y en ambientes tucumanos. Y lo cierto es que Tucumán parece estar haciendo punta en ese largo adiós a la agricultura petrolera que dominó el mundo desde la "revolución verde" de los años 60. "Lo que proponemos con modestia -dice el director de la Colombres, el doctor Daniel Ploper- es que al menos el campo tucumano funcione más con «carbono verde» [de origen biológico] que con «carbono negro» [de origen hidrocarburífero]."
Durante el medio siglo que pasó, la tarea de Scandaliaris y sus colegas pasó por confeccionar meticulosas tablas de rinde, para ver cuánta urea necesitaba cada uno de los muchos tipos de suelos que componen el área cultivable de la provincia. Pero fue hace muy poco que se pensó en algo tan audaz como reemplazar urea por algo más biológico.
La caña de azúcar es una máquina de chupar nutrientes del suelo y transformarlos en sacarosa, y es cualquier cosa menos ahorrativa: cada hectárea implantada requiere de unos 200 kilos de urea para garantizar un crecimiento aceptable. De modo que la urea se transformó en una máquina de absorber ganancias.
El "biotucumano" tiene muchas ventajas: en lugar de importarse o de contribuir a la depleción total de yacimientos de gas ya despresurizados, se fabrica generando trabajo local, en buena parte con los desperdicios habituales de la agroindustria argentina. Entre ellos, las cachazas y vinazas, que van a parar sin tratamiento a ríos y otros cuerpos de agua, asfixiándolos por hiperfertilización y colmatándolos por eutroficación.
La industria azucarera adopta urgida esta tecnología porque todo lo que viene de hidrocarburos se le está volviendo impagable. Otros productores agrícolas argentinos vigilan las novedades que vienen de la Colombres con una mezcla de extrañeza y curiosidad. Fue un experimento de resultados espectaculares. Y eso está poniendo a trabajar los cerebros agronómicos de toda la Argentina.
Por Daniel Arias De la Redacción de LA NACION
Un estudio de campo hecho en Tucumán por la Sección Caña de Azúcar de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) muestra que con un biofertilizante de origen cordobés, pero modificado para adaptarlo a este cultivo, se baja el costo de tratar una hectárea de caña de 180 dólares a 110.
El asunto se logra con un mix que combina mitad de urea (el fertilizante habitual de origen petroquímico) y mitad del "biotucumano".
El cóctel de insumos del "biotucumano" es secreto y está patentado, pero el ingeniero agrónomo Jorge Scandaliaris, autor del desarrollo, deja entrever que tiene macronutrientes, como el nitrógeno en su forma más biodisponible para las raíces (nitratos), fósforo, potasio, silicio, calcio y azufre, y micronutrientes, como boro, cobalto, magnesio y hierro. Sin embargo, el componente crítico es una mezcla de microorganismos: bacterias anaeróbicas y aeróbicas, además de hongos y otros seres mesófilos, que garantizan un "suelo activo".
Y las cañas, parece, felices. Si la respuesta máxima de crecimiento con un 100% de urea es del 29%, con una mitad de urea y otra de "biotucumano" la cifra sigue clavada ahí, pero el costo de fertilización por hectárea cae casi a la mitad.
Como consecuencia, la industria azucarera del NOA se dispone a empezar la próxima siembra de caña usando "biotucumano" en por lo menos un 20% del área bajo cultivo, y podría ser el 30% también. Un experimento de campo está volviéndose una tecnología de uso masivo de un año para otro, y sin que haya habido mucha discusión académica. Tampoco a Henry Ford le pidieron publicar en Science sobre su modelo T: simplemente era más barato y se lo compraron. El comienzo del adiós
Preguntas inevitables: y ¿se podrá sustituir aún más urea? ¿u olvidarse de que existe? En realidad, empieza a no existir, porque se lo fabrica a partir de gas y eso es algo que en la Argentina falta desde hace años. Por eso, con su inmensa agroindustria, el país importa urea en cantidades astronómicas: se compran barcos enteros, con 25.000 toneladas de carga, y a costos insostenibles. Durante los últimos 30 años, el costo por tonelada de la urea osciló entre un piso de 160 y un techo de 300 dólares, pero este año se disparó a 900 dólares la tonelada.
En este contexto, la investigación de "la Colombres", la más antigua institución de ciencia aplicada del país (este año cumple un siglo) está mitigando bastantes taquicardias y úlceras en la industria azucarera. Los experimentos con el "biotucumano" muestran que permite bajar un 50% el consumo de urea sin que la caña se entere. Los investigadores van a sustituir urea en cantidades aún mayores, e incluso suprimirla y ver qué pasa. Todo esto se está testeando en experimentos en curso.
El "biotucumano" en realidad nació en Córdoba (el Nutribacter de la firma Cegan) y se pensó para otros cultivos, pero Scandaliaris, probablemente el mayor experto sudamericano en caña de azúcar, lo modificó para especializarlo en caña azucarera y en ambientes tucumanos. Y lo cierto es que Tucumán parece estar haciendo punta en ese largo adiós a la agricultura petrolera que dominó el mundo desde la "revolución verde" de los años 60. "Lo que proponemos con modestia -dice el director de la Colombres, el doctor Daniel Ploper- es que al menos el campo tucumano funcione más con «carbono verde» [de origen biológico] que con «carbono negro» [de origen hidrocarburífero]."
Durante el medio siglo que pasó, la tarea de Scandaliaris y sus colegas pasó por confeccionar meticulosas tablas de rinde, para ver cuánta urea necesitaba cada uno de los muchos tipos de suelos que componen el área cultivable de la provincia. Pero fue hace muy poco que se pensó en algo tan audaz como reemplazar urea por algo más biológico.
La caña de azúcar es una máquina de chupar nutrientes del suelo y transformarlos en sacarosa, y es cualquier cosa menos ahorrativa: cada hectárea implantada requiere de unos 200 kilos de urea para garantizar un crecimiento aceptable. De modo que la urea se transformó en una máquina de absorber ganancias.
El "biotucumano" tiene muchas ventajas: en lugar de importarse o de contribuir a la depleción total de yacimientos de gas ya despresurizados, se fabrica generando trabajo local, en buena parte con los desperdicios habituales de la agroindustria argentina. Entre ellos, las cachazas y vinazas, que van a parar sin tratamiento a ríos y otros cuerpos de agua, asfixiándolos por hiperfertilización y colmatándolos por eutroficación.
La industria azucarera adopta urgida esta tecnología porque todo lo que viene de hidrocarburos se le está volviendo impagable. Otros productores agrícolas argentinos vigilan las novedades que vienen de la Colombres con una mezcla de extrañeza y curiosidad. Fue un experimento de resultados espectaculares. Y eso está poniendo a trabajar los cerebros agronómicos de toda la Argentina.
Por Daniel Arias De la Redacción de LA NACION
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